Os voy a contar lo
que empezó como un día normal de instituto y acabó siendo la peor de las
pesadillas. Me llamo Judit y es mi último año de instituto, genial.
Todo empezó cuando
llegué al instituto y esperé a que llegaran mis compañeros, pero la sirena tocó
y no aparecía ninguno; mientras pasaban los minutos, los pasillos se iban
quedando vacios. De pronto, llega Aria seguida de Vanesa, venían corriendo al
pensar que llegaban tarde. Empezamos a conversar, a los pocos minutos miramos
la hora y nos extrañamos de que aun no hubiera llegado nadie, decidimos bajar a
jefatura para saber si había pasado algo. El lugar estaba vacío, nos asomamos a
la clase de al lado y estaba igual, esto no tenía sentido. Corrimos por el
instituto pero nada, parecía como si de repente la tierra se hubiera tragado a
la gente que había visto entrar en sus clases unos minutos antes. Seguimos
caminando por los pasillos, al rato sonó la alarma que daba por terminada la
primera clase, pero nadie salió de los salones. Corrimos hacia la puerta para
escapar, nos llevamos una decepción enorme: estaba cerrada con llave y no había
manera de que pudiéramos salir de aquí. ¡El instituto estaba vacío y nosotras
encerradas en él!
Aria nos recomendó
ir a inspeccionar el lugar, a lo mejor así sacábamos algo de información. A
cada paso que dábamos las luces se iban apagando, daba mucho miedo mirar atrás,
así que evitábamos hacerlo. Cuando llegamos a la mitad de la planta, las luces
se apagaron de golpe dejándonos a merced de la oscuridad, Vanesa empezó a reír
nerviosa, estaba asustada igual que yo. Aria conservaba la calma, era la única
que mantenía la cabeza fría, encendió la linterna—no sé qué hacía con una— y
fuimos caminando agarradas de su brazo.
— ¿Por qué no
vamos directo a la salida?—preguntó una asustada Vanesa.
— ¿A qué salida te refieres exactamente? Además,
esto está demasiado oscuro—le susurró como respuesta.
—Lo primero es
inspeccionar a fondo las plantas—Su voz sonaba lejana.
—Ven hacia nosotras, si apagas la linterna
será un poco difícil verte.
Ella, para
gastarnos una broma a Vanesa y a mí, se acercó por detrás pero oyó un ruido y
nos pegó a la pared, susurrando que nos calláramos y la siguiéramos hasta la
clase más próxima.
Llegamos a una
clase que, por suerte (o por desgracia), estaba abierta y las ventanas, a
través de las cuales entraba mucha luz, también. Corrimos hacia ellas y
empezamos a gritar a la gente que iba por la calle, pero las ventanas se
cerraron dejándonos por completo a oscuras.
— ¡Vanesa, Aria!
—Yo estoy aquí,
Judit—dijo Vanesa, alumbrándome con el móvil.
— No grites tanto,
Judit, que a este paso me quedo sorda antes de llegar a vieja—dijo, con tono de
sarcasmo.
—Aria, haz algún
ruido o algo que nos estás asustando—dijimos, tras dar un bote.
—Si hubiera hecho
algún ruido, habríais salido corriendo y entonces sí que sería más complicado
encontraros—resopló ella.
—Vamos a dar otra
vuelta, tal vez encontremos a alguien más—sugerí.
Salimos de la
clase y empezamos a recorrer el instituto de nuevo, pero no hallábamos a nadie;
yo iba saltando por los bancos, estaba nerviosa y aterrada. Las aulas estaban
cerradas y sin luz. De pronto, se oyó un golpe a nuestra derecha y Aria lanzó
su puño contra esa pared, pero solo había eso. Extraño, ¿verdad? Bajamos a la
planta baja y corrimos hacia la puerta del recreo, pero igualmente estaba
cerrada y se oían ruidos extraños que nos producían escalofríos.
—¡Estamos
atrapadas, no podemos salir!
—Vanesa,
tranquilízate, por favor—dije, resoplando.
—Tranquilizaros
las dos, que seguro que esto no es más que una broma de mal gusto—nos
tranquilizó Aria.
—¿Y si bajamos al
cuarto de luz que está bajo las escaleras?
—Buena idea Judit.
Vamos, Vanesa, que ya no puede pasar nada peor.
Caminamos, y
bajamos por las escaleras, abrimos la puerta con un poco de esfuerzo. Entramos
y, de pronto, la puerta se cerró dejándonos encerradas y de nuevo a oscuras.
—No podía pasar
nada peor, ¿eh, Aria?—preguntó con sarcasmo Vanesa, fulminándola con la mirada.
—Vaya
mierda…tss…alguien debería haberse quedado sujetando la puerta—dijo frustrada.
Aria nos ignoraba
porque iba alumbrando toda la sala, se acercó donde estaban los interruptores
generales de la luz y empezó a toquetearlos. De pronto, se produjo un chispazo
seguido de la luz, encendiéndose y deslumbrándonos.
— ¿Estás bien,
Aria?
—Perfectamente—dijo,
apoyándose en un cuadro.
Pero el cuadro se
giró, haciendo perder el equilibrio a Aria y provocando su caída. Lo más
extraño fue que en la pared se abrió una trampilla y soltamos una exclamación
de sorpresa.
— ¿A dónde creéis
qué llevará?—preguntó Vanesa, acercándose.
En el preciso
momento en el que Aria iba a responder, se oyeron unos pasos acercándose hacia
la puerta, ella nos miró nerviosa y nos apremió a entrar por la trampilla,
luego se escondió detrás de la puerta, preparada para golpear a quien entrara.
-¡Aria,
ábrenos!-exclamamos, pero oímos que la puerta se abría y guardamos silencio.
La puerta por
donde entramos se abrió y se encendió la luz; en ese momento Aria saltó sobre
el intruso, pero este paró el golpe y puso a Aria contra la pared, obligándola
a soltar lo que llevaba en la mano. Él levantó la mirada, con la mano que tenia
libre cogió la barbilla de mi amiga y se la levantó. Se miraron a los ojos
durante unos largos minutos, había mucha tensión entre los dos; estaban en una
posición muy sugerente, ella estaba contra la pared y él estaba muy cerca de
ella, sujetándole la barbilla con una mano y con la otra aprisionando sus manos
por sobre su cabeza. Vanesa y yo nos miramos y empezamos a reír muy bajito para
que no nos oyeran, en ese instante se separaron.
— ¿Aria, qué haces
aquí?—preguntó Alec.
—Lo mismo puedo
preguntar yo—dijo, soltándose y poniendo distancia de por medio.
—Pues, he llegado
y no había nadie en todo el instituto, así que bajé para investigar y oí ruidos
extraños aquí, por eso vine—Sonrió.
Aria se acercó
hasta la pared y abrió la trampilla, salimos de ella y saludamos a Alec, luego
ambos nos dijeron que volvamos a entrar para ir a investigar. Entramos y fuimos
recorriendo el túnel, pero, cuanto más nos adentrábamos, oíamos ruidos y
murmullos. Esto ponía a Vanesa muy nerviosa. Alec y Aria nos dijeron que
descansáramos, mientras intentaban calmar a Vanesa que estaba muy asustada. Al
rato, pudimos reanudar la caminata y llegamos hasta una puerta, intentamos
abrirla pero no pudimos; Aria y Alec se miraron y asintieron, ella dio unos pasos
para atrás y él se situó en la puerta, no entendíamos que iban a hacer.
Corrió hacia él y
él hacia ella, a medio camino saltó y Alec la agarró del pie lanzándola contra
la puerta, con el impulso logró abrirla y quedó agazapada en el suelo de la
siguiente sala o corredor. Cuando ella se levantó, apareció una luz a su
espalda, nos quedamos paralizados porque ella no se movía, se limitaba a mirar
la luz. La luz se apago cuando llego a su lado y vimos que era Fernando,
corriendo fui hacia él y lo abracé.
—Chicos que
alegría veros, pensaba que estaba solo y atrapado.
—Sí, una suerte.
Ahora vamos, tenemos que salir de aquí—dijo Aria, caminando.
—Esta chica no
para nunca, ¿eh hermano? —le susurró entre risas a Alec.
Sacudió la cabeza
y caminó rápido hasta alcanzar a Aria, mientras, nosotros íbamos detrás
contándole a Fer lo que había pasado cuando lo encontramos. Al final del túnel
vimos luz, corrimos hacia allí y nos encontramos al lado de la biblioteca,
justo enfrente teníamos la puerta de salida ¡abierta! Corrimos hacia ella
porque se estaba cerrando despacio. Aria y Alec, junto con Fer, sujetaron la
puerta para que pudiéramos pasar todos. Se oyó un ruido, Vanesa y yo que
estábamos fuera miramos hacia dentro,; Aria se estaba riendo, había sido ella
quien nos asustó, pero luego sonó otro, una especie de siseo y no era Aria.
—Salgamos de
aquí—apremió Aria, muy seria.
— ¿Ahora tienes
miedo, Aria—preguntó con sorna Fer.
—Dejad la tontería
para después y cruzad la puerta, no creo que aguantemos mucho mas—le cortó Alec.
Cruzó primero Fer
y luego Alec tiró de Aria para cruzar los dos juntos, nada más salir las
puertas se cerraron de golpe. De la oscuridad apareció alguien con una capucha
negra, poco a poco se acercó a la puerta y lo único que pudimos ver fue su
sonrisa malvada.
—La próxima vez no
tendréis tanta suerte—dijo, con voz tenebrosa, mientras se fundía con la
oscuridad.
Nos quedamos
sorprendidos y un poco asustados a pesar de estar ya a salvo, o eso creímos
nosotros. Me giré hacia Fer y le planté un beso en los labios, hacia mucho que
deseaba hacer eso. Alec, Aria y Vanesa se abrazaron, bueno, más bien abrazaron
a Vanesa que estaba histérica.
Fer y yo nos
miramos, apartamos a Vanesa de la pareja y la fuimos tranquilizando nosotros.
Mientras tanto, los integrantes de la otra pareja se miraban retándose con la
mirada; Aria no cambiaría nunca. Por fin Alec le rodeo la cintura con su brazo
y la acercó a él, luego le levanto la barbilla y le besó.
Todavía hoy no
sabemos qué pasó con exactitud, ni si todo fue solo una pesadilla; lo que sí
tenemos claro es que, gracias a eso, estamos con las personas que amamos.